Blog católico de Santa María de
Baiona la Real, nº. 834
Pienso que estamos en unos tiempos en los que nos podemos encontrar con estos testimonios. A veces no se atreven a contárnoslo. Pero si alguna vez lo hace alguno, vale la pena escuchar. Ese será un testimonio, que será muy parecido al que va a continuación. Franja.
Una comida diferente
Una comida diferente
Autor: Francisco Robles
Pagó
la última ronda de unas cervezas que le habían sentado divinamente después de
una intensa semana de trabajo, se lo habían pasado bomba despotricando del
viaje del Papa, de la hipocresía de la Iglesia , de todo lo que les pedía el
anticlericalismo que los unía como la amistad que se profesaban y que les
servía para estar colocados en la misma empresa pública de la Junta. Se fue a casa
para comer algo antes de echarse una buena siesta, pero de camino se encontró
con un olor que lo llevó directamente hasta el paraíso efímero de su infancia.
Un olor a cocido, a caldo humeante, el aroma que lo recibía cuando llegaba a su
casa después del colegio, con su madre atareada en la humilde cocina donde la
olla hervía sin cesar.
Pregunta:
¿Hay algún comedor social
regido por ateos o por los sindicatos?
Entró
en un local que le pareció un restaurante modesto pero con encanto, iba
distraído, pensando en el Informe Técnico sobre Prevención de Riesgos
Psicosociales de las Personas Expuestas a Situaciones de Disrupción Económica
Familiar que le habían encargado en la empresa pública donde trabaja. En
realidad no era un restaurante, sino un autoservicio frecuentado por gente de
toda condición. Había personas ataviadas a la antigua usanza junto a individuos
solitarios que vestían según las normas alternativas del arte povera. De pronto
abrió los ojos y se quedó pasmado al comprobar que quien le servía la comida en
la bandeja era una monja. Aquello era un comedor social y se vio rodeado de eso
que nunca se nombra en los informes ni en los dosieres que prepara: pobres.
Quiso retirarse pero la monja no lo dejó. Le sonrió y le dijo que no se preocupara, que la primera vez es la más complicada, que no debía avergonzarse de nada, que el cocido estaba buenísimo y que de segundo había filete empanado, que no se perdiera las vitaminas de la ensalada ni de la fruta, y que podía rematar la comida con un helado de los que había regalado una fábrica cuyo nombre obvió. Se vio sentado a una mesa donde un matrimonio mayor y bien vestido comía en silencio sin levantar los ojos de la bandeja. Enfrente, un tipo con barba descuidada sonreía mientras devoraba el filete empanado y le contaba su vida, había perdido el trabajo, el banco se había quedado con su casa, después del divorcio no sabía adónde ir, menos mal que las monjas le daban comida y ropa, y que dormía en el albergue bajo techo, «al final he tenido suerte en la vida, compañero, así que no te agobies, que de todo se sale…»
No podía creer lo que estaba sucediendo. Nadie le había pedido nada por darle de comer, ni le habían preguntado por sus creencias. Se limitaban a darle de comer al hambriento, sin adjetivos. Al salir no le dio las gracias a la monja que le había dado de comer. Pero no fue por mala educación, sino porque no podía articular palabra. Una inclinación de cabeza. Ella le contestó con una sonrisa leve. «Vuelve cuando lo necesites y si no estoy, di que vienes de parte mía. Me llamo Esperanza»
Una imagen vale más que mil palabras
Si te ha gustado, pásalo, para que algunos vean, que la Iglesia Católica. a la que tanto denigran, es la que está dando de comer a muchos miles de personas en estos tiempos de crisis, y que ni los sindicatos ni los partidos políticos han organizado comedores sociales con las pingües subvenciones que reciben. Y que conste que a Cáritas le han rebajado una parte de la subvención, que recibía del 0·7%. de la declaración de la renta. Franja
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