Vocación de los primeros
Comentario del Evangelio del
Domingo
por Guillermo Juan Morado
V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Una palabra esencial en el vocabulario cristiano es la
palabra “llamada”, “vocación”. Toda la Sagrada Escritura está llena de
escenas de vocación. Dios, en su grandeza y en su misterio, llama al hombre,
apela a su generosidad, a su capacidad de superar el miedo y de decidir
libremente responder a esa llamada. Dios llama para enviar, para confiar una
misión: “En el origen de la vocación hay por tanto una elección divina; en su
término, una voluntad divina que realizar” (J. Guillet).
El relato de la vocación de Isaías (Is 6)
resalta el contraste entre la santidad de Dios y la pequeñez del profeta.
El Señor aparece sentado “sobre un trono alto y excelso”, la orla de su manto
llena el templo y los serafines le sirven. Y, frente a esta gloria, la humildad
de un hombre de labios impuros, que habita en medio de un pueblo de labios
impuros. Pero Dios puede purificar lo impuro y destinar a un hombre para ser su
enviado.
También Jesús, llamando a los primeros discípulos (cf Lc 5,
1-11), deja transparentar algo del misterio de su gloria: Manda a Simón
remar mar adentro y echar las redes para pescar. Contra todo pronóstico humano
– habían estado toda la noche bregando sin coger nada - , la pesca resulta
prodigiosa.
Hablando del ministerio eclesial, el Catecismo dice
que nadie se puede dar a sí mismo el mandato ni la misión de anunciar
el Evangelio. El enviado habla con la autoridad recibida de Cristo: “Nadie
puede conferirse a sí mismo la gracia, ella debe ser dada y ofrecida”; en suma, los
ministros de Cristo, en virtud del sacramento del Orden, “hacen y dan, por don
de Dios, lo que ellos, por sí mismos, no pueden hacer ni dar” (n. 875).
Pero esta desproporción que existe entre la llamada-misión y
las propias fuerzas no es un elemento que afecte exclusivamente a aquellos que
han recibido el Orden sacerdotal. En realidad, esta distancia se da en todos
los cristianos. Es la desproporción entre Dios y el hombre, entre la
santidad y el pecado, entre la fe y la confianza en uno mismo, en sus propias
fuerzas. Todos los que hemos recibido la llamada a ser hijos de Dios, a
creer y a recibir el bautismo, podemos experimentar cada día esta divergencia,
que sólo la gracia es capaz de colmar.
La misión consiste en el anuncio, en hacerse portavoces
de una Buena Noticia, la Resurrección de Cristo: Cristo murió por nuestros
pecados, según las Escrituras; fue sepultado y resucitó al tercer día, según
las Escrituras; se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce, recuerda San
Pablo, sintetizando el Evangelio predicado por los Apóstoles desde el primer
momento (cf 1 Cor 15). En este anuncio se resume el dogma
fundamental de la fe cristiana, proclamado desde el principio. Una fe que “se
funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos, y de
los que la mayor parte aún vivían entre ellos” (Catecismo 642).
Sobre muchas cosas debemos hablar los cristianos, pero la
primera de todas las palabras que han de salir de nuestros labios es la
proclamación de que Cristo está vivo, porque el amor de Dios es tan fuerte que
ha podido excluir la muerte, protestando contra ella, negándola, venciéndola,
transformándola, desde dentro, en vida eterna.
La excedencia de la gracia nos obliga
a reajustar nuestros cálculos. El éxito de nuestra tarea no radica en
pasar las noches enteras faenando, sino en escuchar la palabra de Cristo,
dejando que Él obre con su potestad soberana, y, como Pedro, dejándonos
apoderar por el asombro que causa la presencia y la actuación del Señor en
medio de nosotros: “No temas: desde ahora, serás pescador de hombres”.
Guillermo Juan Morado.
Y ahora quiero presentaros el último libro de
D. Guillermo juan Morado,
Párroco de S. Pablo de Vigo,
el autor del comentario del Evangelio del Domingo:
El itinerario del año litúrgico es una magnífica escuela de vida cristiana. Por eso, el seguimiento y la reflexión, domingo tras domingo, de la Palabra de Dios proclamada en la Eucaristía será la mejor guía para caminar por el camino de la fe.
Partiendo de la Pascua, este libro nos introduce en el sentido profundo de la presencia del Señor en nuestras vidas, y a partir de ahí nos invita a descubrir su enseñanza y lo que el mensaje evangélico implica para nosotros, si queremos ser fieles a la fe que profesamos.
Guillermo Juan Morado (Mondariz, Pontevedra, 1966), sacerdote diocesano de Tui-Vigo y doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, es director del Instituto Teológico de Vigo, párroco de la parroquia de San Pablo y canónigo del Cabildo de Tui-Vigo. Autor de distintos trabajos de teología y de espiritualidad, Guillermo Juan Morado completa con este libro la reflexión que inició, en esta misma colección, con el volumen titulado La cercanía de Dios.
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