Santa Maria de Baiona diócesis tuy- vigo blogspot.com
Hace unos días recibí este artículo. Al leerlo por primera vez y de prisa no le encontré demasiado interés. Pero ahora que me lo han vuelto a mandar, lo he leído despacio y me parece apropiado para reconocer el valor de una renuncia. Puede que alguna cosa no sea exacta, pero nos da una buena idea de lo que es una renuncia. En este caso, muchas de esas renuncias de las que habla el artículo, no son renuncias negativas, sino una afirmación gozosa de una entrega. ¿Lo entenderás? Franja.
Siempre
renuncias, Benedicto XVI
El Papa renunció. Así amanecerán sin fin de
periódicos mañanas, así amaneció el día para la mayoría, así de rápido
perdieron la fe unos cuantos y otros muchos la reforzaron. Y que renunciara, es
de esas cosas, que no se entienden.
Yo soy católico. Uno de tantos. De esos que
durante su infancia fue llevado a misa, luego creció y le agarró apatía. En
algún punto me llevé de la calle todas mis creencias y a la Iglesia de paso, pero
la Iglesia no está para ser llevada ni por mí, ni por nadie (ni por el Papa).
En algún punto de mi vida, le volví a agarrar cariño a mi parte espiritual (muy
de la mano con lo que conlleva enamorarse de la chavita que va a misa, y dos
extraordinarios guías llamados padres), y así de banal, y así de sencillo,
recontinué un camino en el que hoy digo: Yo soy católico. Uno de muchos, si,
pero católico al fin. Pero así sea un doctor en teología, o un analfabeto de
las escrituras (de esos que hay millones), lo que todo mundo sabe es que el
Papa es el Papa. Odiado, amado, objeto de burlas y oraciones, el Papa es el
Papa, y el Papa se muere siendo Papa. Por eso hoy cuando amanecí con la
noticia, yo, al igual que millones de seres humanos, nos preguntamos ¿por qué?.
¿Por qué renuncia señor Ratzinger?. ¿Le entró el miedo?. ¿Se lo comió la edad?.
¿Perdió la fe?. ¿La ganó?. Y hoy, después de 12 horas, creo que encontré la
respuesta: El señor Ratzinger, ha renunciado toda su vida.
Así de sencillo.
El Papa renunció a una vida normal. Renunció a
tener una esposa. Renunció a tener hijos. Renunció a ganar un sueldo. Renunció
a la mediocridad. Renunció a las horas de sueño, por las horas de estudio.
Renunció a ser un cura más, pero también renunció a ser un cura especial. Renunció
a llenar su cabeza de Mozart, para llenarla de teología. Renunció a llorar en
los brazos de sus padres. Renunció a teniendo 85 años, estar jubilado,
disfrutando a sus nietos en la comodidad de su hogar y el calor de una fogata.
Renunció a disfrutar su país. Renunció a tomarse días libres. Renunció a su
vanidad. Renunció a defenderse contra los que lo atacaban. Vaya, me queda
claro, que el Papa fue un tipo apegado a la renuncia.
Y hoy, me lo vuelve a demostrar. Un Papa que
renuncia a su pontificado cuando sabe que la Iglesia no está en sus manos, sino
en la de algo o alguien mayor, me parece un Papa sabio. Nadie es más grande que
la Iglesia. Ni el Papa, ni sus sacerdotes, ni sus laicos, ni los casos de
pederastia, ni los casos de misericordia. Nadie es más que ella. Pero ser Papa
a estas alturas del mundo, es un acto de heroísmo (de esos que se hacen a
diario en mi país y nadie nota). Recuerdo sin duda, las historias del primer
Papa. Un tal. Pedro. ¿Cómo murió? Si, en una cruz, crucificado igual que a su
maestro, pero de cabeza. Hoy en día, Ratzinger se despide igual. Crucificado
por los medios de comunicación, crucificado por la opinión pública y
crucificado por sus mismos hermanos católicos. Crucificado a la sombra de
alguien más carismático. Crucificado en la humildad, esa que duele tanto
entender. Es un mártir contemporáneo, de esos a los que se les pueden inventar
historias, a esos de los que se les puede calumniar, a esos de los que se les
puede acusar, y no responde. Y cuando responde, lo único que hace es pedir
perdón. ‘Pido perdón por mis defectos’. Ni más, ni menos. Que pantalones, que
clase de ser humano. Podría yo ser mormón, ateo, homosexual y abortista, pero
ver a un tipo, del que se dicen tantas cosas, del que se burla tanta gente, y
que responda así. Ese tipo de personas, ya no se ven en nuestro mundo.
Vivo en un mundo donde es chistoso burlarse
del Papa, pero pecado mortal burlarse de un homosexual (y además ser tachado de
paso como mocho, intolerante, fascista, derechista y nazi). Vivo en un mundo
donde la hipocresía alimenta las almas de todos nosotros. Dónde podemos juzgar
a un tipo de 85 años que quiere lo mejor para la Institución que representa,
pero le damos con todo porque “¿con qué derecho renuncia?”. Claro, porque en el
mundo NADIE renuncia a nada. A nadie le da flojera ir a la escuela. A nadie le
da flojera ir a trabajar. Vivo en un mundo donde todos los señores de 85 años
están activos y trabajando (sin ganar dinero) y ayudan a las masas. Si, claro.
Pues ahora sé Señor Ratzinger, que vivo en un
mundo que lo va a extrañar. En un mundo que no leyó sus libros, ni sus
encíclicas, pero que en 50 años recordará cómo, con un simple gesto de
humildad, un hombre fue Papa, y cuando vio que había algo mejor en el
horizonte, decidió apartarse por amor a su Iglesia. Va a morir tranquilo señor
Ratzinger. Sin homenajes pomposos, sin un cuerpo exhibido en San Pedro, sin
miles llorándole aguardando a que la luz de su cuarto sea apagada. Va a morir,
como vivió aún siendo Papa: humilde.
Benedicto XVI, muchas gracias por renunciar.
Quien sepa el autor que me lo diga para incluirlo. Mientras figura como anónimo., aunque el nombre que se saca es el de Daniel. Franja.
2 comentarios:
me parece un excelente escrito... cuantas criticas, tonterías, burlas, acusaciones y desprecios se han oido estos dias, ante un hecho, que denota absoluta valentía y amor.
Gracias por lo que nos dejas y como siempre, Dios está presente en cada minimo acontecimiento de este mundo... no lo dudo.
Gracias Daniel por compartir tu pensamiento hermoso, noble, que diferente sería este mundo si existieran muchos "Daniel", me identifico plenamente con tu manifiesto, Dios te bendiga !!!!
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